La exposición "Antropoceno", del fotógrafo canadiense Edward Burtynsky y los documentalistas Jennifer Baichwal y Nicholas de Pencier, quienes buscan concientizar acerca del impacto de nuestras acciones sobre el ambiente a través de imágenes tan poéticas como potentes, se inaugura el sábado a las 12 en Fundación Proa, en el barrio de La Boca.
Son fotografías inmensas, algunas monumentales, aéreas o acuáticas, en todos los casos desde puntos de vista atípicos, imposibles a simple vista para el ojo humano, que estos artistas rastrean y capturan por los rincones más recónditos del mundo, para desentrañar el deterioro causado por la mano humana.
El resultado, de una poesía épica, propone acercarse a paisajes de lo más variados -coloridos, geométricos, abstractos, algunos con tintes renacentistas- que no hacen más que revelar desde una óptica inédita las huellas de la maquinaria capitalista sobre eso que llamamos naturaleza, como por ejemplo los escombros de fósforo cerca de Lakeland, Florida (Estados Unidos) ya convertidos en un estanque -el fósforo es un mineral proveniente de combustible fósil que se encuentra en condición crítica por ser un recurso no renovable-, o el impresionante basural de plásticos en Nairobi, Kenia, microplásticos que se depositan cada vez más en las capas sedimentarias, convirtiéndolos en un tecnofósil -de entre las montañas de basura se ve cómo nacen las plantas-, o las inmensas reservas de litio -un condicionado metal- en el desierto de Atacama, en Chile, un paisaje árido y surrealista.
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"Como artistas, estamos tratando de tomar ideas complejas y manifestarlas, mostrar los problemas en torno a la tecnología y la polución en este momento de no retorno para la población, donde hemos ido demasiado lejos. La turbina de viento por ejemplo es una gran solución tecnológica pero de alguna manera la narrativa ha sido tomada por los intereses de las grandes compañías petroleras. Es muy importante que los artistas estén junto a la ciencia para conducir esas narraciones", explicó Burtynsky durante la conferencia de prensa que tuvo lugar esta tarde en el Auditorio de Proa.
Apenas comenzar el recorrido, captura la atención una de las fotografías que funciona casi como un mapa de ruta de lo que seguirá: se trata de una imagen de la costa vasca, en el Geoparque de la Unesco, en Zumaia (España), un paisaje único en el que el tiempo geológico se hace visible a través de espectaculares capas de roca sedimentaria. Su longitud, de tan solo 8 kilómetros, da cuenta de una escala temporal -de aproximadamente 60 millones de años-, y en la roca está presente un registro de dos eras geológicas. "Esta obra inaugura el proyecto Antropoceno y es una de las marcas que muestra la evolución del planeta", se lee en el texto de sala.
Son en total 37 las fotografías que componen el recorrido por las salas del edificio, tomadas por Burtynsky además de videos de la pareja de documentalistas, que se pueden ver una vez escanear con ayuda del celular, además de algunas propuestas de realidad aumentada, como por ejemplo el rinoceronte blanco -oriundo de Kenia, casi extinto- que aparecerá y hará algunos movimientos dentro de la sala, gracias a la aplicación Avara discover.
"Siempre me interesó cómo la humanidad está cambiando la forma del paisaje, le está dando una nueva forma a nuestro planeta. Nunca manipulo mis imágenes ni uso Photoshop y si bien las imágenes parecen surreales, son de nuestro mundo. Es lo que hemos hecho sobre estos hábitats extendidos que generamos para llevar adelante nuestras vidas en las ciudades, la escala de nuestros paisajes industriales", señaló el fotógrafo canadiense en otro tramo de su ponencia.
Resultan impactantes, por ejemplo, las fotografías que muestran miles de hileras de automóviles destruidos por la inundación, inservibles, más de 30 mil coches acumulados en la Royal Purple Raceway, en Baytown, Texas, que luego serán desarmados para venderse por partes o destruidos.
Ese tono surreal que menciona Burtynsky es palpable también en la imagen subterránea de Uralkali, la mina de potasa (un fertilizante), en la ciudad rusa de Berezniki, 400 metros por debajo de la tierra que revelan capas de colores vivos de un antiguo fondo marino, y que hoy se ven como paredes adornadas por la huella que dejan las maquinarias utilizadas y que poseen una extensión estimada de tres mil kilómetros.
Como explica el texto de sala, cinco minas operan en los alrededores de la zona y juntas componen una red clandestina de unos diez mil kilómetros de túneles. Como resultado, la ciudad de Berezniki ha experimentado gigantes sumideros que se han tragado carreteras y edificios y han tenido que cerrar la estación local del ferrocarril.
En sus viajes por el mundo, estos artistas han ingresado a sitios de muy difícil acceso: "Este proyecto no está terminado para ninguno de nosotros. Continuará. Hemos podido acceder a lugares realmente difíciles, donde tuvimos que conseguir permisos, a donde pocas personas pueden acceder y hemos podido traer esas historias de vuelta al ecosistema del arte así que el público se encontrará con paisajes verdaderamente raros", contó el documentalista Nicholas de Pencier en diálogo con Télam.
Es monumental la fotografía que muestra las canteras de mármol de Carrara, en los Alpes italianos, donde desde hace 3.000 años artistas extraen material para sus esculturas, como Miguel Ángel, o para construir el Panteón en Roma. Hoy, Italia exporta este mármol a todo el mundo. "Aunque estas grandes montañas blancas de piedras naturales parecen infinitas, el recurso que contienen no lo es", dicen los artistas.
Otra toma imperdible es esa que muestra la mina de carbón a cielo abierto más grande de Alemania, Hambach, en Renania del Norte, Westfalia. El carbón de esta mina solo se puede lograr eliminando montañas de material no deseado, que luego es vertido en la tierra para formar una enorme colina hecha por el hombre, una tarea que requiere el uso de los vehículos terrestres más grandes en la historia humana, por peso.
"Nuestro propósito es una agenda esperanzadora, es no estar indefensos ante los desafíos a los que nos enfrentamos como especie. Y la manera de no sentirnos sobrepasados es tomando acción. El porcentaje de población requerida para provocar un cambio radical en una sociedad es de 3,5%. Y estamos hablando de un cambio no violento. Todos los artistas deberían unirse y ser ese 3,5% que motorice el cambio alrededor del mundo. Necesitamos desafiar a nuestros gobiernos y a las corporaciones transnacionales", concluyeron.
El título de la exposición alude a una nueva era geológica que se define por los resultados de las acciones humanas sobre la tierra, pero para estos artistas "Antropoceno" es el proyecto que lleva años de investigación, producción y desarrollo para los fotógrafos, documentalistas y cineastas que trabajan juntos desde aproximadamente el año 2006. Esta muestra es solo un paso más de ese vasto proyecto.
"La humanidad, con su explosión demográfica, industrial y tecnológica, se ha convertido en muy poco tiempo en un agente de un inmenso cambio global", agregó Burtynsky.
Plantas petroquímicas en Texas, fracking cerca de Gillette, Wyoming (Estados Unidos), trenes de carbón, refinerías de petróleo, minas de lignito, minas de cobre, vertederos, inmensos basurales, aserraderos o plantaciones de aceite de palma (Malasia) terminan de conformar estos sistemas a gran escala, que dejan marcas duraderas y que Burtynsky captura en sus trabajos.
Con curaduría de Sophie Hackett, Andrea Kunard y Urs Stahel, la exposición abre al público el sábado próximo a las 12 en avenida Pedro de Mendoza 1929, en el barrio porteño de La Boca.
Con información de Télam